Son las 4:00 de la mañana y el día empieza. No hay nada como empezar la faena dejando todo en un perfecto estado, desde la cama hasta las primeras ideas registradas en el diario. Ya todo el mundo esta despierto y la imagen lista, perfectamente vestida, sin ángulos o arrugas mira desde la ventana hacia el sol naciente cuyos primeros rayos se reflejan en sus zapatos recién lustrados. La imagen sonríe, le agrada la idea que el destello del astro rey este a sus pies. Allí debe de estar.
Abandona sus habitaciones y camina por el largo pasillo de su palacio. Allí le esperan ministros y funcionarios con todas las noticias y las funciones del día. Les presta poca atención pues sabe como se manejaran cada una de estas desde antes que los mismos ministros lo pensaran, puesto que no necesita sus opiniones tan solo sus caras.
Su secretaria personal graduada en ciencias política le entrega una taza de café sin azúcar. El no le dirige la mirada y toma la taza. Continúa caminando atravesando las habitaciones de un decadente barroco hasta llegar a la entrada principal. Allí le espera su vehiculo. Le entrega la taza a su secretaria y aborda el carro. Ella le sigue en uno diferente.
Dentro del vehiculo le espera el único funcionario que realmente le interesa escuchar.
Aquel encargado de la limpieza. El que realmente aporta algo para mantener el orden en la nación. Conversan sobre la oposición y sobre algunos nombres que para esa mañana solo son nombres y nada más. También hablan sobre escritores que entraran a la lista de enemigos del país. El lamentaba que algunos de sus antiguos amigos hubieran terminado en esa lista o siendo solo nombres, pero ya no importa.
La imagen hace un silencio y mira por la ventana, las calles y los habitantes que despiertan, el los ve pero ellos no pueden verle, pero de esta misma forma hay quienes le observan sin el poder encontrarles y la idea le molesta y mas aun cuando ve afiches pegados en las calles donde llaman a el pueblo a la libertad.
¿Qué mas libertad? El se la había entregado y con esta el orden y la tranquilidad. Y mas aun habían quienes se oponían a el y a sus altos ideales. Ilusos. Si el mismo sol se reflejaba en sus pies, ¿que pensaban hacer estos bastardos ?. Pero el no estaba de humor para pensar en esto, para ellos estaba este funcionario y un ejercito de víboras y de patéticas sombras.
Por todas partes ve su obra. Grandes monumentos y ´´modernizacion´´ .¿a esto se oponían.?, el arte y al cultura habían llegado a un punto de perfección clásica pura, libre de la basura traída por la absurda oposición. Tan solo le bastaba ver alguna de sus estatuas para darse cuenta de la belleza imperial de su mandato. Justo como los cesares. Toda gloria y esplendor por la grandeza de su pueblo y de su líder. El pensar esto le hacia llenarse de una fuerza que el consideraba sobrenatural y que en la opinión de muchos ciegos aduladores, le llegaba por herencia de los grandes lideres de la historia.
¿De que más puede vivir un tirano si no de absurdas adulaciones?
Al llegar al edificio de gobierno, se despide con una mirada del funcionario y camina hacia el interior del clásico edificio, sin voltear la mirada hacia el auto que se aleja con el hombre que haría aquellas cosas que mantienen cosidas muchas bocas.
Halagos y saludos. Buenos días y más saludos. Temor y saludos. Todo sigue perfectamente igual. Justo como le gusta a la figura. Y en sus pasos todos notan seguridad. Son firmes y en cierta forma de piedra. Nadie le mira a los ojos. Mas que su propio reflejo escondido en la plata de los espejos.
Al entrar en su despacho las puertas se sierran tras de si y en aquella habitación quedan el y sus pensamientos. Muchos son pensamientos sorprendentemente complejos. Todos, en especial la imagen misma conocen la intrigante inteligencia que mueve su existencia y la de todo un gobierno y es en ella donde se apoya para desconfiar de todo cuanto le rodea.
La imagen solo desconoce su futuro. Exactamente dentro de un año y ocho horas su cuerpo sin vida colgara desde las escaleras de su palacio el que luego seria incinerado como basura para luego de sus cenizas nacer mil leyendas absurdas que se moverían como una ligera brisa fría entre las patas de los próximos gobiernos. Pero mientras tanto se encarga de mover sus ojos sobre el paisaje y arrastrar una raya escarlata de muerte sobre las ideas y voces que no se limiten a imitar al astro rey.
Abandona sus habitaciones y camina por el largo pasillo de su palacio. Allí le esperan ministros y funcionarios con todas las noticias y las funciones del día. Les presta poca atención pues sabe como se manejaran cada una de estas desde antes que los mismos ministros lo pensaran, puesto que no necesita sus opiniones tan solo sus caras.
Su secretaria personal graduada en ciencias política le entrega una taza de café sin azúcar. El no le dirige la mirada y toma la taza. Continúa caminando atravesando las habitaciones de un decadente barroco hasta llegar a la entrada principal. Allí le espera su vehiculo. Le entrega la taza a su secretaria y aborda el carro. Ella le sigue en uno diferente.
Dentro del vehiculo le espera el único funcionario que realmente le interesa escuchar.
Aquel encargado de la limpieza. El que realmente aporta algo para mantener el orden en la nación. Conversan sobre la oposición y sobre algunos nombres que para esa mañana solo son nombres y nada más. También hablan sobre escritores que entraran a la lista de enemigos del país. El lamentaba que algunos de sus antiguos amigos hubieran terminado en esa lista o siendo solo nombres, pero ya no importa.
La imagen hace un silencio y mira por la ventana, las calles y los habitantes que despiertan, el los ve pero ellos no pueden verle, pero de esta misma forma hay quienes le observan sin el poder encontrarles y la idea le molesta y mas aun cuando ve afiches pegados en las calles donde llaman a el pueblo a la libertad.
¿Qué mas libertad? El se la había entregado y con esta el orden y la tranquilidad. Y mas aun habían quienes se oponían a el y a sus altos ideales. Ilusos. Si el mismo sol se reflejaba en sus pies, ¿que pensaban hacer estos bastardos ?. Pero el no estaba de humor para pensar en esto, para ellos estaba este funcionario y un ejercito de víboras y de patéticas sombras.
Por todas partes ve su obra. Grandes monumentos y ´´modernizacion´´ .¿a esto se oponían.?, el arte y al cultura habían llegado a un punto de perfección clásica pura, libre de la basura traída por la absurda oposición. Tan solo le bastaba ver alguna de sus estatuas para darse cuenta de la belleza imperial de su mandato. Justo como los cesares. Toda gloria y esplendor por la grandeza de su pueblo y de su líder. El pensar esto le hacia llenarse de una fuerza que el consideraba sobrenatural y que en la opinión de muchos ciegos aduladores, le llegaba por herencia de los grandes lideres de la historia.
¿De que más puede vivir un tirano si no de absurdas adulaciones?
Al llegar al edificio de gobierno, se despide con una mirada del funcionario y camina hacia el interior del clásico edificio, sin voltear la mirada hacia el auto que se aleja con el hombre que haría aquellas cosas que mantienen cosidas muchas bocas.
Halagos y saludos. Buenos días y más saludos. Temor y saludos. Todo sigue perfectamente igual. Justo como le gusta a la figura. Y en sus pasos todos notan seguridad. Son firmes y en cierta forma de piedra. Nadie le mira a los ojos. Mas que su propio reflejo escondido en la plata de los espejos.
Al entrar en su despacho las puertas se sierran tras de si y en aquella habitación quedan el y sus pensamientos. Muchos son pensamientos sorprendentemente complejos. Todos, en especial la imagen misma conocen la intrigante inteligencia que mueve su existencia y la de todo un gobierno y es en ella donde se apoya para desconfiar de todo cuanto le rodea.
La imagen solo desconoce su futuro. Exactamente dentro de un año y ocho horas su cuerpo sin vida colgara desde las escaleras de su palacio el que luego seria incinerado como basura para luego de sus cenizas nacer mil leyendas absurdas que se moverían como una ligera brisa fría entre las patas de los próximos gobiernos. Pero mientras tanto se encarga de mover sus ojos sobre el paisaje y arrastrar una raya escarlata de muerte sobre las ideas y voces que no se limiten a imitar al astro rey.