Tuesday, September 19, 2006

Una pregunta.


¿Es preferible ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho como dice Stuart Mill?
Para contestar esta pregunta, quizás deberíamos tratar de comprender la naturaleza humana y la complejidad del hombre y verlo desde un poco mas allá que la simple satisfacción de los placeres temporales y mas bien vernos como entes capaces de crear y realizar ideas y conceptos mas grandes que las propias necesidades físicas o los gustos momentáneos.
En el Epicureísmo el placer se convierte en la base esencial de la vida y a la vez su meta mas elevada y como recuerda el propio Epicureo el hombre solo trata de alcanzar la "ausencia de dolor" (aponia) y tranquilidad del alma (ataraxia) por lo que el placer sirve como una especie de conducto para alcanzar estos estados.
¿Pero es realmente el simple placer el que puede llevar al hombre, un ser con una capacidad superior a la satisfacción? Para Aristóteles la verdadera felicidad se encontraba en la vida contemplativa o filosófica que representa la idea pura del goce intelectual, idea ajena para los animales y solo propia del hombre, ya que la satisfacción única del cuerpo es un mero goce pasivo al alcance de cualquier criatura.
Aun dentro de aquella felicidad filosófica se resalta el hecho de que no toda satisfacción intelectual podría caer dentro de aquellas que ayudan a llenar la insatisfacción humana, sino que solo aquellas que guiadas por la virtud y ligadas a esta puedan elevar la razón y el pensamiento del hombre hacia un estado o facultad superior en que no solo sea el el beneficiado si no, también aquellos que le rodean.
Para nosotros los cristianos el hombre al ser un ente creado a imagen y semejanza de DIOS, no puede sentir satisfacción con las cosas finitas, siendo solamente aquellas infinitas e inmateriales las únicas capaces de realmente lograr lo que podríamos llamar un estado de satisfacción, sobretodo y únicamente si estas son procedentes del padre ya que el hombre es complejo en su naturaleza, sensible y racional y en sus actividades, cognoscitivas y afectivas como explica Santo Tomás, por lo que el querer de alguna forma u otra llenar el ser con cosas solo satisfactorias para los sentidos resulta una perdida de tiempo y una verdadera necedad.
El humano, como vimos anteriormente, es un ser complejo tanto intelectual como teologicamente, por lo que su insatisfacción no es solo más digna que la simple satisfacción animal (burda y carente de un fin más lejano que la respuesta inmediata, e irracional a un estimulo) sino que es en aquel maravilloso entramado donde las ideas y el espíritu del hombre se unen. Es en esta intersección donde se puede ver que el humano posee un fin más elevado que la satisfacción simple y es gracias a la conciencia racional que nos diferencia de los animales que entendemos que no podemos ser felices si no estamos satisfechos y que para lograrlo no solo basta con saciar el hambre, un deseo sexual, o acumular cualquier bien material.
Por el contrario, nos conmina a alcanzar un estado alto de la conciencia pura del hombre donde la verdadera meta es dejar atrás aquellos placeres inferiores y entregarnos a los superiores (como indica Stuart Mill) como lo son el conocer a DIOS, conocerse a si mismo y desarrollar el intelecto, siendo los tres partes de un mismo fin, ya que se puede llegar a DIOS a través de la contemplación intelectual (justa, humana y moral como enseña Santo Tomás), conocer al hombre a través del Padre y llegar a la sabiduría al entenderse a sí mismo.

En fin es preferible ser un hombre insatisfecho conciente de nuestras propias capacidades y complejidad que un animal satisfecho e ignorante de un destino superior o más complejo que la solo satisfacción de un deseo momentáneo.