Tuesday, November 07, 2006

El que tenga ojos que vea.


El hombre se eleva en su propia soberbia, pone cimientos en los montes de su narcisismo y cuando los templos que erigió a su propia satisfacción brillan por el reluciente mármol de sus columnas, la falda de su olimpo onírico desfallece ante el peso inflado, tal y como lo haría un atlas herido que no puede mas con el planeta sobre sus hombros.
Este va cayendo hasta que todo lo construido se trasforma en ruinas polvorientas y perdidas que son barridas por el viento que proviene del soplido de quien fuera una vez el amo y señor de los templos de mármol sobre los picos y que ahora contempla todo desde el piso que abandono cuando se elevo montando el corcel de la prepotencia.